jueves, 1 de julio de 2010

¿Todavía no?

¿Por qué no existe ya la amiga de mi juventud? ¿Por qué la conocí? Si no la hubiera conocido, me diría a mi mismo: ¡Insensato! Buscas lo que nadie encuentra en la tierra... Pero no, la conocí; he poseído aquel corazón, aquella alma superior, en cuya presencia me figuraba ser más de lo que soy, porque era cuanto podía ser. ¿Qué fuerza de mi espíritu, Dios mío, estaba entonces paralizada? ¿No era nuestro trato una cadena contínua de los mas delicados sentimientos, de las superficies mas brillantes y matices mas bellos?

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